Una fresca brisa ondeaba sus cabellos
con lento movimiento, acariciaba sus senos
con el leve tremolar de su vestido,
se deslizaba suave, como la noche,
como de amor dormido.
Traía aromas de verano
de rosas, de jacintos, de pinares cercanos,
de tierra mojada, de heno, de hierba
recién cortada.
Noche de San Juan, de limones,
de tormentas, de amores, de hogueras y promesas...
Tu me diste una flor yo te di toda mi fuerza;
fluía la pasión,
mis besos ahogaban tu candor,
mis brazos poseían tu cuerpo.
Cantares de la madrugada nos despertaban,
aún nuestros cuerpos uno,
los cabellos mojados por la escarcha,
al alba.
Nos saludaba otra brisa más fresca,
más lozana,
mientras, el sol cegaba nuestros ojos
y nos dejaba desnudos.
(De "Belleza cruel", cap. I, "Mujer, deja que te hable de amor")